viernes, 1 de octubre de 2010




La rosa que le habia regalado, ya marchita, seguìa en aquel jarron. Pensaba que el amor era tan solo eso, un regalo que habia que cuidar con todo el cariño del mundo, hasta que al final terminaba marchitándose. Se preguntaba dia tras dìa si encontrarìa a esa rosa que nunca se le cayeran los petalos, que no tuviera espinas y que su olor no dejara de impregnar la habitación. Por mas lagrimas que derramara para regar su amor, acababa marchito y seco, muy seco. Pero se juro a ella misma que nunca perderìa las esperanzas, nunca .

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